miércoles, 17 de noviembre de 2010
Escribid. Preguntad
lunes, 23 de noviembre de 2009
De las causas más comunes de meterse a estudiar filosofía
jueves, 30 de abril de 2009
Quiero querer, quiero quererte. Quiero que quieras que te quiera. Quieren que quiera no quererte, y quiero querer lo que yo quiera. Quieres que quiera no quererte y aunque lo quiera aún te quiero. -Sin querer, queréis que no le quiera, y quererle es lo que quiero-. Quieres que quiera un poco más quererme, y un poco más, Tú… te quiero.
***
Un furor me aviva últimamente. Un esfuerzo imperturbable de ir hacia delante. Una sensación de bienestar y agradabilidad.
¿Nunca os habéis sentido extasiados? Embelesados por una fuerza que os haya brotado de repente de dentro, subyugando inextricablemente todo vuestro ser. Yo una vez, que recuerde claramente, sentí una felicidad inmensa repentina. Un impulso incontrolable de alegría, de plenitud. Estaba yo meando en el servicio de mi casa, donde teníamos un grandísimo espejo que ocupaba casi la pared entera. Andaba ahí echando el chorro, y como de costumbre pensando en mis cosas, y estaba preocupado porque al día siguiente tenía un examen que apenas llevaba preparado, acongojado por la noche insomne que se me avecinaba, en la que ni con ganas creía poder sacar adelante todo el temario. Pues bien, me giré un momento y me miré en el espejo. Me vi, o mejor dicho, me percibí de una manera extraña. De repente me sentí en comunión con el Cosmos. Me consideré parte del mundo y se me desvanecieron todas las preocupaciones. Me dije a mí mismo que ese examen no era tan importante, que suspenderlo no significaba el fin del mundo y que tendría más oportunidades. En la siguiente debería demostrar que realmente merecía aprobar. Y esa fuerza, ese ímpetu, me embargó sin conmiseración alguna, cual bomba a punto de estallar, o más bien, cual chute de ambrosía directo en vena. Fue fabuloso, fue orgiástico diría aún. Y duró bastantes segundos, tantos que me dio tiempo a reír de alegría, a querer saltar, a alzar los puños en rápidos movimientos de triunfo, a sentirme un superman invencible de esta vida. Fue una descarga de adrenalina apabullante. ¡Puffff! ¡Un choque indescriptible! Algo que quizá he llegado a sentir en otras ocasiones de manera atenuada.
Y en un estado sosegado tal me encuentro en los últimos días. Colmado de paciencia por lo que ha de llegar, y frenada el ansia que dilapidaba mis energías. Ahora me asomo a mi ventana y la música siempre es alegre: Runaway de Del Shannon es mí descarga eléctrica, un clásico que me produce un subidón que te cagas. Ahora en primavera los árboles en flor me parecen más bonitos que nunca, dejé atrás la melancolía, y disfruto cursimente de esas pequeñas chorradas. ¿El cambio? Una nueva metamorfosis diría yo. En estado de larva paciente me encuentro, otra vez. Pero ahora siento una unión especial con el universo; ahora quiero creer que algo nos une ineluctablemente a todos, y me dejo embriagar por esa fantasía. Leo más que nunca, y han caído en mis manos libros y una película que me han ayudado a tener esta nueva perspectiva.
Un furor me aviva últimamente, y espero no consumirme en él. Salir adelante.
lunes, 20 de abril de 2009
¿Quién sentado en un banco?
Pasan los minutos y pasan las oportunidades de escribir cosas, de contar cosas, de hacer cosas, de leer. Pasan las personas por mi lado, enfrente, por cualquier lado. Se sienta alguno, de vez en cuando, a mi lado. Pasa la gente y yo quedo, aquí, pasmado. Solo. Sentado. Pasan sus historias ocultas, ignoradas; pasa la casualidad del conocimiento mutuo. Todos bullen y yo aquí parado.
Pasa el 3º, que no pensaba verle hoy por aquí, y no me ve. Pasan amores por delante de mí, andando, riendo, hablando. Pasan mirándome y no viéndome. ¿Y yo les vería al revés? ¿Acaso si fuera yo el que caminara vería el ser sentado de la forma que querría que me vieran?
¡Qué tarado!
Busco en un cofre palabras, a oscuras, terrible pobre, no las encontraré. No todas. No ninguna. Pasan las palabras sin impregnarme ¡hasta el alma!
Soy el enamorado, del amor, y de “otros” enamorado. Soy el… sin palabras; sin saber; sin oportunidad ni poder. Sin energía, sin fuerza, sin concentración ni perseverancia. Soy el vago individuo. Soy el suave y leve genio, el más vago genio jamás existenciado. El más suave y leve.
Pasan, de verdad, con gotas a flor de los ojos, juro que los veo pasar y me siento derrotado. Tan universal soy, que en lo poco en lo solo, en el hueco del olvidado, impotente señor de fantasías, en lo insulso de mi ‘ser dado’, muero, lloro, grito apenado. ¡Es mi alma! Que me atormenta en susurros ruidosos de desesperaciones, que pasan también, de ambiciones, que pasan y no llegan, de siempre, siempre, siempre intenciones abortadas, proyectos enajenados, intento de crear Obras inacabados, en sentencia de olvido, frustrado, siempre atisbos; en pensamiento monumentos sobrehumanos, en real fatuas reacciones químicas. Los ojos: se me cierran. ¿Tengo sueño? Ni el Pharmaton Complex lo impide: mi cansancio. ¿Qué me pasa? ¿Qué me ocurre? No soy nada… Nada real. Nada válido. Nada eterno. Nada admirable. Ego, me torturas. Yo, me obnubilas en fetidez extrema de incoherencias.
Muero cada día que pasa siendo así, escribiendo así, comportándome así.
Cobarde que soy, que pasan y aquí me quedo. Los ‘seres guapos’, gente del sumun. Y yo aquí. Cobarde; sentado mueres. Oyes, ves, hueles, “gustas” sus vidas, tocas sus ires y venires y mueres de empacho de nunca “serles”. Ni con ellos ni sin ti. Muero. Siempre morimos, pero yo Muero. El suicidio más lento de la historia. La enfermedad hipocondríaca de ser ‘locura’ mi mal. El ansia: ¡la dominación profunda de mí! Cerebro mío, cuerpo mío: mi mente. Ser señor y no vasallo. Encauzar el Genio. Oh mi inspiración.
Bolsa de sueños, agujereada bolsa que dejas difuminar, esparcir en lo ilimitado toda mi creación. Pasan y siguen pasando. Un banco y un chico. Un banco al lado del ascensor. Un ascensor y un chico. Un genio y un banco al lado de un ascensor. Un banco en el vestíbulo de una facultad. El banco y el genio sentado. Una facultad, sus ascensores, y un alumno pensando sentado. La facultad de Filosofía, y yo aquí parado. Sentado a la derecha del ascensor según miro yo. En mi 2º banco. Mi banco. Y me gusta más que el otro banco, que el de enfrente. Oh, joder, puta mierda. Tengo ganas de llorar. Y la gente sigue pasando. ¿Qué me ocurre? Sin fuerzas. Debo hacer otro intento. Me siento tan cansado, tan rendido…
La fuerza de mi mente ocultando y ocultándome tanto tiempo mi mal que habrá tenido no más remedio mi cuerpo que somatizarlo tan cansadamente.
Suflar energía a mi espíritu poderoso. Me cansa tanto escribir. Puedo derrotarme al abismo, dejar el control al Mal, vencerme a la somatización fatigosa, y fatigadora, ¡O triunfar! Mi mente. Cambiar la actitud. ¡Despertar! ¡Abrir! ¡Saltar! ¡Soplar! ¡Vencer! ¡Estimular! ¡Animar! ¡Tentar al Dios! ¡Inducir al genio la Vida! ¡Ganar! Poder para gobernar mi Moira. Ser. Y dejar de escribir… siempre estos absurdos, deslavazados sintagmas. Recuperar el timón.
martes, 14 de abril de 2009
Cabreo y optimismo
3
Sueño.
Sueño que te veo y te quiero.
Porque sueño vivo: te creo.
Porque vivo sueño: muero.
Creo que muero y muero
porque sigo vivo soñando
y soñando no más que muero
porque despierto, niño,
y no te veo.
***
Mira que soy un hombre optimista ¿eh?, pero no.
Hay días en que uno se cabrea con el mundo. Se cabrea irracionalmente. Alguna mañana me levanto, subo la persiana de mi habitación, de mi 8º piso de Parquesol, enciendo el ordenador y pongo música en el Itunes, mi preferida, música con 5 estrellas, abro la ventana y dejo que el aire fresco y el leve olor a vegetación del parque de abajo, o de césped recién cortado cuando pasan los jardineros, entre y lo llene todo. Con esa música y ese frescor me siento revitalizar y me digo, ¡coño! un nuevo día se presenta con mucho tiempo para leer y hacer cosas. Siento que me voy a zampar el mundo, que mi amor es más grande que nunca, y que el simple hecho de sentirlo es ya una dicha.
Pero luego a media tarde, quizás después de echarme la siesta, aún sin anochecer, cuando veo lo que ha dado de sí el día, normalmente no demasiado, vuelvo a poner el Itunes, pero elijo una canción tristona. De nuevo abro la ventana, apoyo los codos en el quicio y la cabeza en mis manos. Miro la ciudad, viva, resplandeciente, el Duque de Lerma al fondo, el Pisuerga que se intuye allá, con el tráfico que va y viene a lo lejos, y veo a la gente pasear por el parque, justo debajo, y a veces en primavera a chicos y chicas sentados en el césped tocando un bongo, y risas y voces y vida. Y lo que debería llenarme de gozo se clava en mí como espinas al coger una rosa. Y primero, al son de la música, me pongo tristón, nostálgico, pensando qué coño hace uno con su vida, que siempre está idealizando la de los demás. Y en esa soledad que surge, brota también la rabia, la impotencia, las preguntas sin respuesta y un sentimiento de injusticia irracional. ¿Qué hago yo aquí? Y me cabreo con el mundo, por pasar un día más sin alcanzar mis anhelos. Por dejar de nuevo vacío un hueco que nadie viene jamás a llenar. Y me dan ganas de gritar ¡aquí estoy!, como si debajo todos debieran oírme.
Pero no, no señor. Al final me doy cuenta, un día más, que no debo cabrearme con el mundo. Que estoy más bien enfadado conmigo mismo, por no actuar, por no ponerme en Acción. Que muchos de los demás, pensantes, en el fondo también sufren en mayor o menor medida esa soledad inmanente. Que lo mío es pasajero. Y la esperanza que me hace ser un hombre optimista florece potente: la canción triste acabó y suena una con ritmo, revitalizante. Me digo que me he vuelto a enamorar y que, aunque ésta vez tampoco, ya vendrá otra, quizás la buena, la verdadera, la justa, la que colme mis ansias… Me digo a mí mismo que aún soy joven y atractivo, y que ni siquiera todavía he bajado nunca al parque y conocido a todos esos desconocidos, posibles. Que la ciudad, el mundo, me ofrece mañana un nuevo día en el que hacerme, en el que vivirme, en el que comenzar a actuar con sentido. En el que superar mis miedos.
Hoy he tenido uno de esos días llenos de rabia contra el mundo y de tristeza por mi soledad intrínseca. Ya es de noche. Soy optimista y sigo teniendo esperanza, y es con lo que todos deberíamos quedarnos. En breve me iré a dormir, al mundo de mis Sueños donde siempre vuelo…
Sé que mañana es un nuevo día, y quizás baje al parque…
martes, 31 de marzo de 2009
Monstruo solitario
martes, 24 de marzo de 2009
Yo
1
Sí. Soy prepotente y vanidoso. Egoísta y orgulloso. Celoso y pedante. Falso y envidioso. Soy un caos. Soy egocéntrico.
Compañero anónimo, si me hablas quizás te parezca borde, o hipócrita, o sientas un aire de superioridad que me creo y no es auténtico. O pienses que estoy vacío y todo es un papel, interpretando lo que no soy, queriendo ocultar mis debilidades y miedos.
Quizás si lees esto, si me conoces, confirmes lo que pensabas. Crees que quiero ser el centro de atención, que desprecio a los demás y lo que hacen, que me mueve siempre el interés de alimentarme, de alimentar mi ego.
Piensas que aparento mucho pero que no soy tanto. Que a las espaldas muchas veces digo lo contrario que a la cara. Crees que tengo labia para ello y uso mis palabras para tergiversar. No valoro a los demás, y si lo hago es porque me adulan y satisfacen. Me creo en posesión de la verdad absoluta y la opinión de los demás normalmente la desprecio, la ridiculizo, la manipulo. Sabes que siendo así nadie me aguantará, nadie me querrá. Que es normal que la mayoría de la gente reniegue de mí y haya renegado de mí. Entiendes por qué otros compañeros se hayan marchado de mi lado.
Sí. Probablemente algunas de esas cosas que creas de alguna u otra forma es o hayan sido verdad. Que he pecado y seguiré haciéndolo de varias de ellas. Al menos en apariencia. Será lo que te siga pareciendo a ti, pero NO. No soy así. No soy así ni aún aunque haya probado esas cosas y perversiones, aunque me haya regodeado en esas maldades.
Y sin embargo, SÍ, soy pecador. Y busco mi propia redención en las palabras. En todas y cada una de las palabras íntimas y propias que he escrito jamás. La publicación de trazos de estas palabras es mi penitencia. Estos fogonazos de mi Ser serán mi expiación.
¡Grito! Grito. Grito por no morir de desamor. Golpeo para huir de la soledad. Gritaré y golpearé con mis palabras, para luchar contra la indiferencia, para decirme ¡aquí estoy! mientras gesticulas risa, vergüenza, asco o repulsión. Grito y golpeo para llamar la atención. Apuñalo con mi Pilot buscando mi propia muerte, no queriendo morir en Soledad. No.
¡Oh! Palabra tras palabra, palabra que redimes, palabra redomada…, sal sincera palabra, sal huracán palabra, o sal suspiro, plásmate cual vómito y enséñame que soy olvido y nada.
Abracadabra: PALABRAS.
Mi refugio y mi morada.