lunes, 23 de noviembre de 2009

De las causas más comunes de meterse a estudiar filosofía


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Cierta experiencia vital, si se quiere del subconsciente, Sigmund, me invita repetidamente a sacar las siguientes conclusiones, estereotipos de tipos ideales de tipos y tipas que ingresan a estudiar Filosofía en primero.
A rasgos generales, entra una muchedumbre de utópicos aún no desvirgados por la dureza del Amor a la Sabiduría; con la filosofía sin amancillar. La mayoría, a su vez, arriban a la Santa Madre, mamífera, con diversas preconcepciones, prejuicios y equívocos; con ganas de ser amamantados con la dulce leche de la sabiduría, que diría Bassi, para lograr el mundo mejor en el que creen, a través del pensamiento.
En primer lugar los hay que, lectores empedernidos y cerebros inquietos, no creen que exista otro lugar mejor que éste que los acoja con la comprensión intelectual que como retoños inmaculados necesitan. Que necesitan achuchones y mimos de la Madre; que les diga lo bonitos y guapos y listos que son, y que les dé nada más llegar ese nectáreo calostro del que muchos no se desengancharán en su vida. Ya luego unos pocos querrán la carnada abstracta, para tragar y tragar.
Son éstos, por su naturaleza, los verdaderos llamados a ser hijos de la Filosofía. No obstante, remarco la condición sine qua non de empedernidos, para diferenciarlos del segundo grupo, donde quizás uno mismo se encuentre.
Aquéstos, parecidos a los primeros en sus mientes profundas y reflexivas, y en la ansiedad por el saber que se desprende de esta Ciencia y se encuentra por doquier en los libros, carecen, sin embargo, del don genial de la constancia, sin el cual no es frecuente se dé en ser humano alguno un verdadero desarrollo intelectual relevante. Suelen (olemos) avanzar por la carrera y por la vida a trancas y barrancas, como hormigas descarriadas. Son (omos) un quiero y no puedo eterno, un rozar sin abrazar, tan sólo alguna vez tocar, y su prueba de fuego es el esfuerzo que se les exija en los exámenes para aprobar. Su mal está en la vagancia, y no en el ansia. Sin embargo, éstos a diferencia de aquéllos, no necesariamente serán (emos)  filósofos cuando  les den el título de Licenciados en Filosofía.
Hasta aquí la experiencia arroga a los miembros de esta clase el honor de ser los que podríamos denominar, así por que me apetece, fIsikoi.
Después, de no se sabe muy bien qué lugares, llegan las ovejas que al acabar el instituto están ciertamente descarriadas, o confundidas.
Los hay que, inocentes de toda culpa e ingenuos, tuvieron en bachillerato un buen profesor de filosofía, y encantados de la vida y aplicados, sienten en el último momento la inspiración vocacional por esta  Ciencia. Pero a la larga, si no ya en Primero, se desaniman porque los libros ya no son de SM ni de Anaya.
También los que creen que leer poesía, fumar porros y quejarse de lo mal que está el mundo es suficiente para aprobar una carrera tan así, tan ¿pluf? Deben de pensar, y es así que circula el tópico por la sociedad, que en filosofía la gente se dedica casi exclusivamente a leer a Nietzsche, charlar y debatir sobre cualquier cosa que se ocurra, haciendo especial hincapié en lo relativo que es todo, y en que cada uno ve las cosas a su manera. De esta forma, podemos de repente vernos inmersos en una discusión, no se sabe muy bien cómo, acerca del igual estatus epistemológico que tienen, por un lado, la Ciencia Racional, y, por el otro, las Ciencias del Espíritu en su sentido más parapsicológico. Todo esto con otras palabras más acordes, por supuesto.
Otro grupo muy variopinto de allegados a la Facultad de Filosofía está formado por retales que van desde el incomprendido que desea encontrar su lugar en el mundo, el visionario cuyo propósito es rebatir la filosofía de 26 siglos en 5 minutos, a la estudiante que escribe poemas y gusta de las artes plásticas que llega para acompañar a su novio.

No todos acabaremos, pero sí compartimos el haber pecado de la mayoría de éstas cosas en algún momento, de ser ingenuos, de querer que nos despierten, que nos mimen, que nos alimenten el espíritu con el conocimiento continuo para alcanzar no sabemos qué cosa exactamente, pero que cada uno a nuestra manera llamamos FILOSOFÍA.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gustó, aver que más haces

Linkshänder dijo...

Una clasificación muy peculiar. Muy bien descrito todo, jajaja.

A mi me dijeron una vez que es diferente elegir filosofía a que la filosofía te elija a tí. Supongo que es una bonita forma de decir que no todo el mundo vale para cualquier cosa. La filosofía es como cualquier otra ciencia: debe estudiarse, comprenderse, etc. No es debatir todo el rato y leer libros cogiendo las frases más complejas para soltarlas en clase.

Un saludo.

Adriana Bañares dijo...

Uff... yo entré creyendo ser del primer grupo, luego me convertí al segundo, después escribí poesía, fumé porros e hice plof! este curso lo he comenzado con intención de integrarme en el segundo para terminar siendo de las primeras en Teoría de la Literatura y Literatura comparada o guardar las pinturas, irme a hacer un master de creación literaria en Estados Unidos y, en último término, si se trata de acompañar, que sea mi novio quien me acompañe a mí.
:)